Opinión y Política

Tener una finca y tener curiosidad para hacer producir el cacao fueron los elementos principales para hacer que Daniel Rosero Cruz se abra camino como un gran emprendedor chocolatero y querer crear “el mejor chocolate del mundo”. En el colegio siguió la especialidad físico-matemático porque quería seguir en el exterior la carrera de Programación y Desarrollo de Videojuegos, que como adolescente era lo que le llamaba la atención en ese entonces. Se contactó a mediados del 2001 con una universidad en Washington de la cual obtuvo una respuesta positiva por parte de ellos, pero luego del lamentable atentado de las torres gemelas, la universidad le comunicó que no iban a recibir alumnos extranjeros, por lo que el destino quiso que se quedara en Guayaquil a estudiar diseño gráfico y publicidad en el Instituto Gráfico de Artes Digitales IGAD, profesión que le ha servido para complementar su emprendimiento.

Terminó su carrera en el 2004 y prestó sus servicios en agencias de publicidad, en la última que estuvo llegó a manejar, él solo y al mismo tiempo, cinco cuentas de empresas reconocidas a nivel nacional, campañas políticas de aquel momento, entre otras tareas. Esto terminó siendo un enorme gasto de energía que no compensaba la remuneración que recibía, así que decidió buscar nuevos horizontes.

Daniel Rosero

Un sábado de enero del 2007, acompañó a su madre y tíos a Milagro donde tienen unas tierras para decidir qué iban a sembrar, si plátano o cacao. Al final se decidieron por ambos y fue el inicio de su experiencia agrícola, que con machete en mano aprendió esta difícil pero muy gratificante labor por parte de gente del sector, que sin pedir nada a cambio se mostraron abiertos a ayudar, el legado que dejó su abuelo Pío Cruz se manifestaba en cada una de las personas de aquella pequeña parroquia de Mariscal Sucre. La dureza de la vida del campo le impactó pero siguió forjando su aprendizaje fuera del mundo de la tecnología y de la ciudad.

La afición al chocolate le vino cuando en un video de Youtube vio a un hombre que estaba moliendo cacao de forma artesanal para obtener la pasta. Esto era desconocido para él, pero comenzó a atraerle la forma en la que se trabajaba el cacao para finalmente obtener el chocolate luego de un proceso riguroso.

Comenzó con la variedad CCN-51, pero por iniciativa de su madre cambiaron al cacao nacional o fino de aroma, que tiene un mejor sabor y es más aromático. Algunas personas les aconsejaron no sembrar esta variedad porque según ellas no iba a producir mucho, pero corrieron el riesgo y obtuvieron la respuesta de una tierra generosa con la magia de nuestro cacao. Al probar el sabor de la pasta de cacao, supieron que no se habían equivocado, y estaban frente al inicio de su empresa de chocolates. El desafío era entonces aprender todo el proceso de producción. Buscaron asesoría, pero siempre la información era muy limitada, de manera que siguió buscando en internet y encontró asesoría en Santo Domingo de los Tsáchilas, en la Hacienda Mishilick, (propiedad del coronel Jaramillo ya retirado) quien durante dos días le compartió su experiencia e hizo énfasis en  detalles como trato del cacao, temperatura, maquinarias, procesos, etc.

Posteriormente, en una feria de chocolatería, conoció a Patricia León, chocolatera, catadora, pintora y reconocida impulsadora manabita del cacao a nivel nacional que sabe del tema por sus años en el mundo del Theobroma. Ella le asesoró en temas como la pre-producción  y cuidado del cacao, tiempo de fermentado, eliminación de plásticos en el proceso, etc., proporcionándoles una mejor visión para su emprendimiento, al que nombró Cruzcacao Chocolates, marca debidamente registrada al igual que las fórmulas y cuyo diseño comercial desarrolló él como profesional en esta rama. Hasta el año pasado vendía bombones rellenos, pero actualmente hace barras de varios sabores con mucho éxito. Se promociona dentro del mercado nacional y en ferias por el momento, y ya está explorando la posibilidad de exportación a España.

Daniel destaca la preferencia del cacao ecuatoriano en el mercado europeo. Dice que más del 70% del cacao fino de aroma que se consume en el viejo continente es ecuatoriano. Considera que el factor de éxito es la perseverancia y la curiosidad para mejorar el producto, aprender permanentemente y nutrirse de la experiencia de otras personas con humildad, y ver como poco a poco todo el esfuerzo va dando fruto, sin enfocarse mucho en las formalidades de un proceso sino en el resultado final. El fortalecimiento de su marca es su primera meta y confía en que luego de la pandemia y con la visión del nuevo gobierno que incentive el espíritu emprendedor de muchas personas y el trabajo honesto, creativo y eficiente, el país pueda salir a flote con mejores ideas ya que él es un ejemplo de cómo es emprender desde cero y lograr el objetivo de crear su empresa con un producto emblemático como es el cacao ecuatoriano.